FACULTAD DE CIENCAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES
Schumpeter y la destrucción de instituciones por los innovadores
Autor: Jacobo de la Corte Carmona Director: Aldo Colussi
Madrid Marzo 2015
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Jacobo de la Corte Carmona
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Schumpeter y la destrucción de instituciones por los innovadores
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Resumen......................................................................................................................................4 Palabras clave............................................................................................................................4 Abstract.......................................................................................................................................5 Key words...................................................................................................................................5
1 Introducción ........................................................................................................................6
2 La destrucción creativa y su influencia......................................................................11
2.1 Concepto previo de destrucción creativa...........................................................11
2.2 Destrucción creativa por Schumpeter ...............................................................13
3 Ejemplos históricos.........................................................................................................19
3.1 El cambio de República a Imperio en Roma....................................................19
3.2 La Revolución Gloriosa y sus bases para la Revolución Industrial ...........26
3.3 Período final del zarismo a la URSS pasando por una Revolución............30
4 Futuro de las instituciones ............................................................................................ 35
5 Conclusiones..................................................................................................................... 40
6 Bibliografia ....................................................................................................................... 42
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Resumen
Este artículo analiza las ideas del economista austríaco Schumpeter desde un punto de vista histórico y social. Para ello se utilizan diversos ejemplos históricos que demuestran la aplicación de dichas teorías, con el objetivo de demostrar la implicación de las aportaciones del economista en la Historia. Como contribución a este trabajo, se ofrece una explicación de la teoría principal de Schumpeter, la destrucción creativa, así como sus influencias. El artículo concluye con una previsión futura en base a los conocimientos adquiridos durante la elaboración del artículo.
Palabras clave
Schumpeter, destrucción creativa, innovación, sistema, proceso.
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Abstract
This article analyzes the ideas of Austrian economist Schumpeter from an historical and social perspective. The author uses several historical examples that demonstrate the application of these theories in order to prove the involvements of the contributions of the economist in history are used. As an addition to this work, is offered an explanation of the principal theory of Schumpeter 's creative destruction and their influence. The article concludes with a future forecast based on the knowledge acquired during the preparation of the article.
Key words
Schumpeter, creative destruction, innovation, system, process.
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1 Introducción
El propósito general de esta investigación es el estudio del pensamiento desarrollado por el economista austríaco Schumpeter, especialmente su teoría de la “destrucción creativa”, tratar de conocer su aplicación a lo largo de la Historia y la influencia que ha tenido la aplicación de la teoría económica en ésta. A través de las siguientes páginas buscaremos explicar cómo los distintos momentos de la Historia se han visto afectados por la caída de unas instituciones y el triunfo de otras. Utilizando diversos ejemplos dentro de las diferentes etapas históricas se señalará el dominio de las postulaciones económicas de Schumpeter sobre el derrumbe de las estructuras económico-sociales y el ascenso de otras, condicionando de esta manera el avance de la Historia.
Joseph Alois Schumpeter (Austria-Hungría, 8 de febrero de 1883 - EE. UU., 8 de enero de 1950) fue un destacado economista austro-estadounidense, ministro de Finanzas de Austria y profesor en la Universidad de Harvard, por mencionar unos de sus cargos más importantes.
Actualmente sus teorías e ideas más destacadas están cobrando una mayor importancia que la que tuvieron cuando fueron propuestas por el propio autor. Esta falta de popularidad se debió a la coexistencia del austríaco con el considerado mayor economista del siglo pasado: John M. Keynes. Desde el final de la II Guerra Mundial hasta finales de los 60, las doctrinas keynesianas eclipsaron todo el panorama del pensamiento económico, no solo a Schumpeter. Y no fue hasta los 70 cuando empezaron a cobrar relevancias otras teorías económicas frente a la supremacía del keynesianismo. El resurgimiento de las teorías de Schumpeter se debió a los trabajos de Nelson y Winter en la década de los 70, en los que argumentaban que las relaciones entre los individuos, las empresas y el ambiente que éstos forman retornan al foco del cambio económico, de forma parecida a como en su día lo explicó Schumpeter (Berumen, 2007). Actualmente, en un período de constantes cambios institucionales y de innovaciones de todo tipo (a nivel tecnológico, productivo y organizacional), las teorías de Schumpeter están en auge y su aplicación no solo conviene observarlas, sino
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incluso seguirlas. El economista y pensador austríaco consideraba que la mayor parte de los errores actuales en la economía se deben a un desconocimiento de las competencias históricas, opinión con la que coincido plenamente. Las personas que desconocen la Historia están condenadas a repetirla, especialmente sus errores más graves.
La evolución planteada por Schumpeter ofrece un punto de vista de análisis que, en el contexto de crisis económica en el que aún estamos inmersos, puede ser muy interesante conocer sus ideas y el porqué de la caída de unas instituciones y la supervivencia de otras, así como las razones por las que surgen nuevas empresas o industrias y cómo se adaptan las que ahora mismo existen. También permite, en su justa medida, poder adelantar acontecimientos, ya que se podrán diagnosticar aquellas instituciones y naciones condenadas al fracaso o en qué sectores van a alzarse las próximas instituciones. Pensar como un innovador que crea a partir de lo que se ha destruido (o que él mismo destruye) concede un mayor conocimiento de los acontecimientos pasados, presentes y futuros, no solo dentro de la economía, sino también del comportamiento humano.
Personalmente, esta posibilidad de combinar varias disciplinas, tales como Historia, Sociología y Economía me parecía muy atractiva por las razones que se acaban de exponer en el anterior párrafo, además de ampliar mis horizontes de cultura académica y personal. Pienso que conocer la obra de uno de los grandes economistas de la Historia siempre es interesante, pero más aún cuando sus ideas pueden ser comprendidas no sólo a través de un proceso histórico continuo, sino también usando el contexto actual en el que nos encontramos.
Por ello, debido a la popularidad y la utilidad que están alcanzando las ideas de Schumpeter, el objetivo es el siguiente: demostrar la aplicación teórica del economista austríaco a lo largo de la Historia, con ejemplos reales económico-sociales que lo reflejen, hasta llegar al contexto actual de la realidad económica y social e intentar hacer una aproximación futura en base a sus ideas. Schumpeter reconocía el elemento profético de los economistas de cara al futuro, por lo que este último apartado simplemente trazará un esbozo en base a los ejemplos históricos analizados.
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En concreto, el análisis se va a realizar basándose en la “destrucción creativa”, proceso que se considera el hecho esencial del capitalismo, siendo su protagonista el empresario innovador (Schumpeter, 1942). La destrucción creativa implica la introducción de nuevos bienes y servicios, nuevas industrias y nuevos competidores que hacen frente a los ya existentes, por lo que los productores tienen que sobrevivir mediante la racionalización de la producción con nuevas y mejores herramientas que hacen que los trabajadores sean más productivos y sus productos más competitivos. Esto provoca que las empresas tienen que estar constantemente innovando y adaptándose para mantenerse, y las que ya no cumplen lo que quieren los consumidores a precios competitivos pierden clientes , y, finalmente, se marchitan y mueren (Alm y Cox, 1999). Para el economista austriaco la evolución se debe entender en términos de los cambios que ocurren en el seno de las organizaciones; donde el cambio tecnológico en el centro y al empresario es el ente innovador de las empresas que permite que las empresas evolucionen (Berumen, 2007). Respecto al innovador, el propio Schumpeter (1963) decía que debíamos tratar de redondear nuestra imagen del empresario de la misma manera en la que nosotros siempre , en la ciencia y en la vida práctica , tratamos de entender el comportamiento humano, a saber por el análisis de los motivos característicos de su conducta.
Siempre se debe tener en mente que la Economía, como el resto de ciencias sociales, trata con el comportamiento humano. La Psicología es realmente la base a partir de la cual comienza todo comportamiento humano y en sus términos debe realizarse cualquier explicación sobre éste (Schumpeter, 1954), por lo que el comportamiento innovador de las personas (empresarios) debe analizarse desde otros puntos de vista además del económico. Es interesante que el concepto de destrucción creativa es la base de la teoría económica de Schumpeter, pero no fue invención suya, sino del sociólogo y economista alemán Werner Sombart, de tal forma que el economista recurre al resto de ciencias sociales que rodean al ser humano para fundamentar sus teorías, como son la sociología, psicología, la historia y la economía. A través de la lectura de diversos trabajos de Schumpeter se puede entender el objetivo del autor en la unión universal de todas las ciencias sociales con el fin de comprenderlas mejor (Bögenhold, 2014). Es por ello que la explicación más acertada para una mejor comprensión del lector sea a través de los diferentes ejemplos históricos, inicialmente
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relevantes o no, pero que desencadenaron una evolución en las instituciones sociales, políticas y económicas que permitieron que la Historia se haya desarrollado tal y como lo ha hecho.
Al ser básico y fundamental, inicialmente se procederá a explicar detalladamente las principales ideas y teorías tal y como fueron concebidas por Schumpeter, ya que la ausencia de éstas o una insuficiente explicación de las mismas implicaría un trabajo vacío de sentido. El método utilizado para conseguir toda la información necesaria consistirá en una revisión de la literatura, principalmente del propio Schumpeter, pero también de los autores que influenciaron su obra, no necesariamente economistas, y a partir de los cuales se han beneficiado los conocimientos del austríaco. Para ello, es vital recurrir al contenido de dos de sus principales obras: Capitalismo, socialismo y democracia (1942) e Historia del análisis económico (1954). En estas obras se encierran las principales aportaciones del autor y se trataran de sintetizar las ideas más fundamentales.
Una vez que explicados los conceptos fundamentales que se van a tratar a lo largo de todo el trabajo, el lector podrá comprobar la aplicación de los mismos a través de distintos ejemplos históricos. Estos modelos mostrarán la evolución histórica tal y como la concibió el economista austríaco, con el triunfo de los innovadores de la época y el cambio económico como centro del análisis, sin olvidar las instituciones o industria que no supieron adaptarse y fracasaron. En referencia a las instituciones históricas, se diferenciará entre las extractivas, instituciones diseñadas por las élites para enriquecerse y perpetuar su poder a costa del resto de la sociedad, y las inclusivas, que otorgan la oportunidad de acceder a la economía a todos los individuos fomentando la inclusión y la prosperidad (Acemoglu y Robinson, 2012). Los modelos económicos e institucionales elegidos son tres: el cambio de la República romana al Principado, la Revolución Gloriosa en Inglaterra y la transición de los últimos zares a la URSS. En todos ellos se buscará el contraste de lo antiguo contra lo nuevo, de las instituciones extractivas contra las inclusivas, de forma que se identifique claramente la destrucción creativa que permitió el desarrollo de los diferentes sistemas. Estos ejemplos abarcan un amplio rango, ya que se comparará el cambio sufrido por las diferentes naciones y clases sociales en un período de tiempo muy elevado o muy breve, dependiendo de la
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intensidad de los cambios. La exposición de los ejemplos históricos es fundamental, pues en ellos se trata de sintetizar de una forma comprensible las disciplinas que Schumpeter consideraba relevantes para entender la Historia de la Economía.
Por último, y a modo de cierre del círculo iniciado con la explicación teórica del modelo, el trabajo finalizará con unas previsiones sobre el desarrollo de las ideas del austríaco y con unos últimos ejemplos actuales de instituciones innovadoras usando como fuente principal el libro ¿Por qué fracasan los países? de Acemoglu y Robinson (2012). Respecto de las previsiones futuras, se utilizarán modelos actuales de instituciones sociales y económicas en los países y cómo éstos están influyendo en su desarrollo. A partir de los sistemas de determinados países o sectores podemos hacer una previsión sobre su futuro, ya que, al repetir los mismos errores que sus precedentes históricos ya cometieron, el resultado será previsiblemente el mismo.
Lo que importa en todo ensayo de prognosis social no es el sí o el no que compendia los hechos y argumentos conducentes a tal conclusión, sino estos mismos hechos y argumentos, que son los que contienen todo lo que hay de científico en el resultado final. Todo lo demás no es ciencia, sino profecía. (Schumpeter, 1942; 58)
Con ello, el lector conseguirá una perspectiva del trabajo de Schumpeter de una forma que él consideraba fundamental: a través de la colaboración de varias disciplinas sociales, especialmente la Historia y la Economía.
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2 2.1
La destrucción creativa y su influencia Concepto previo de destrucción creativa
El concepto de destrucción creativa se considera obra del economista austríaco Joseph A. Schumpeter, pero su teoría más conocida no fue fruto de su pensamiento y se vio influenciada por otras fuentes. El concepto de la creación a partir de la destrucción la encontramos en la mitología egipcia, con la muerte de Osiris a manos de su hermano Seth y su posterior resurrección gracias a Isis, en el mito nórdico del Rägnarok, donde los miembros del panteón nórdico se enfrentarán a sus enemigos en un completo Armagedón en el cual todos perecerán y se creará una nueva Midgard con el mal erradicado, o en la religión hindú, con la figura de Shiva, el Destructor y Creador. Incluso en la propia religión cristiana, Cristo representa el ejemplo de destrucción creadora, puesto que derrumbar las creencias hebraicas y sus símbolos: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”1 y consigue crear tras su muerte y resurrección una nueva religión como es el cristianismo. Todas estas creencias e historias reflejan lo mismo: la destrucción de lo antiguo da lugar al surgimiento de una idea totalmente nueva que ocupa el lugar que hasta entonces había desempeñado lo antiguo.
Esta percepción de la destrucción creativa en clave mística y mitológica siempre había existido, pero también va a abarcar distintas ciencias sociales. Uno de los primeros en aproximar el concepto fue Goethe en un fragmento de uno de sus
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poemas Wiederfinden , donde hacía referencia al concepto Schöpfungskraft, que
significa creatividad, y en el contexto del poema se refiere al poder de crear de Dios. Esta interpretación, unida a la concepción renacentista de que el ser humano, al haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, también tiene el poder para crear,
1 Jn2,19
2 ‘Als die Welt im tiefsten Grunde Lag an Gottes ewger Brust
Ordnet er die erste Stunde
Mit erhabner Schöpfungslust
Und er sprach das Wort: Es werde! Da erklang ein schmerzlich Ach! Als das All mit Machtgebärde
In die Wirklichkeiten brach’
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aparece un concepto de superioridad del ser humano que va a presentarse como oposición al status quo. Estas ideas, con influencias del filósofo alemán Nietzsche, va a tener grandes repercusiones en la economía alemana, donde el poder para crear/producir era concebido como la llave del éxito para la riqueza de la nación (Reinert, H. y Reinert, E., 2004). Es Werner Sombart el encargado de profundizar en esta idea de lo que el llama el devenir, que siempre está activo y vivo (Sombart, 1930). Las teorías del alemán van a servir de puente entre las concepciones clásicas de la creatividad y la economía alemana de principios de siglo XIX.
Las influencias del Fausto de Goethe y de Así habló Zaratustra de Nietzsche van a estar presentes en las ideas de Sombart. Muchas de las ideas económicas y sociológicas del alemán van a tener su origen en la obra de Nietzsche, especialmente en la voluntad de poder y en el principio establecido por el filósofo sobre quien quiera ser creador debe aniquilar primero (Nietzsche, 1884) , ya que la creación encuentra su base en la destrucción y es un camino en una única dirección que no se puede cambiar. Estos postulados marcarían el rumbo de las ideas económicas en Alemania que, al contrario que las teorías inglesas basadas en hechos históricos aislados, se fundamentaban en una evolución de sistemas conectados entre sí en los que cada uno llevaba dentro de sí el germen del siguiente (Rubio, 1941). Por ello, el conocimiento de la Historia como influencia en el presente es fundamental para el alemán, pues considera que sin esta visión los sistemas económicos serían estáticos, cuando él siempre había abogado por su carácter evolutivo. Es Sombart el que explica la génesis del capitalismo moderno como la destrucción de los antiguos modelos, ya que el capitalismo trae consigo a los países europeos una nueva ciencia, una nueva técnica y hasta un nuevo Estado.
Sombart aplica una nueva visión de la teoría histórica, ya que no busca un absolutismo de los sistemas económicos, sino un análisis racional sobre la validez y efectividad de un sistema económico en una época histórica determinada, pues, siguiendo el concepto de destrucción creativa y los postulados de Nietzsche, todo lo que debe ser útil debe resurgir de las cenizas de lo antiguo. Por tanto, no es válido observar el sistema como un todo, pues la observación de los hechos históricos desde un punto de vista realista se hace al concebir el pasado desde el presenta, ya que solo de esta manera se podrá comprender la progresión del desarrollo que ha
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2.2
culminado en la realidad tal y como la conocemos. Esta es la importancia de las ideas de Werner Sombart y su influencia en economistas posteriores, siendo el más destacado Schumpeter, autor que nunca dio crédito de la idea de la destrucción creativa y que para muchos será considerado creador.
Destrucción creativa por Schumpeter
A pesar del origen y las influencias del concepto de destrucción creativa, fue Schumpeter el que lo dio a conocer al mundo en su obra Capitalismo, socialismo y democracia en 1942, y es sus teorías son las que prevalecen en nuestros días. La destrucción creativa del economista austríaco no puede entenderse sin su relación con el capitalismo. La propia noción del concepto nace a través de un análisis que hace Schumpeter sobre la viabilidad del capitalismo y los diferentes razonamientos sobre su futuro, constituyendo este proceso el dato de hecho esencial del capitalismo.
Como dice el propio economista: “El punto esencial que hay que tener en cuenta consiste en que, al tratar el capitalismo, nos enfrentamos con un proceso evolutivo.” (1942; 120). Ciertamente estas palabras son claves a la hora de entender este sistema económico. La influencia del capitalismo en la vida social, legislativa y cultural es de gran importancia y afecta a la totalidad de los individuos, puesto que todos ellos forman parte de él como un todo. Esta interconexión entre el sistema económico y la sociedad permite que el avance de la misma este motivado por el desarrollo del sistema y viceversa. Los hechos que afectan a la vida de las personas van a influir en sus necesidades y actuaciones, por lo que la economía, y en concreto, la producción del sistema, van a verse condicionadas por esos hechos que han provocado variaciones en los individuos. De la misma manera, las alteraciones en los diferentes elementos que conforman el sistema económico van a ser una poderosa autoridad respecto de los juicios de las personas. Este carácter evolutivo del proceso económico se debe al hecho de que la vida económica transcurre en un medio social y que, como hemos expresado, existe una relación recíproca entre las alteraciones que sufren ambos. No obstante, este no es el único hecho que provoca la evolución del sistema capitalista, y para ello es necesario explicar el capitalismo tal y como lo entendía Schumpeter.
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El capitalismo debe de entenderse como una poderosa máquina de producción masiva, motivo por el cual recibe los ataques de muchos economistas, cuyo objetivo es la creación de un lucro y beneficio para el propietario. Más adecuado sería pensar que el empresario busca satisfacer las necesidades de la población mediante la producción de aquellas mercancías y productos que llenen esas lagunas, a la vez que obtienen un beneficio con la producción y venta de estos elementos. No hay que olvidar que la producción capitalista es una producción de masas, donde la búsqueda de poblaciones con poder adquisitivo motiva la aparición de productores de bienes y servicios. Es más, el cambio sustancial que provocaron estas producciones en masa fue el aproximar determinados productos a las rentas más bajas. Las rentas con un alto poder adquisitivo no encuentran ningún beneficio en la producción masiva, pues siempre van a disponer de la riqueza necesaria para satisfacer sus necesidad. Sin embargo, las rentas más bajas sí van a poder adquirir esos productos, ya que esta maquinaria productiva crea productos en función de los tipos salariales. Con ello, el sistema produce productos de forma casi automática satisfaciendo diferentes necesidades, normalmente de las rentas más bajas, y dando pie a que la sociedad avance y se desarrolle.
No obstante, en esta evolución de la sociedad encontramos que las necesidades van a cambiar debido a que las antiguas carencias de la sociedad ya están satisfechas y, como ya nos hemos referido anteriormente, esto va a afectar al sistema económico. Son las llamadas ondas de larga duración3 las que van a condicionar el ciclo económico, puesto que en ellas se dan “revoluciones” que modifican, durante el período de duración de la onda, la estructura existente en la industria al introducirse nuevos métodos de producción que cubren las nuevas necesidades. “Hay así, sucesivos períodos prolongados de elevación y de bajada de precios, de tipos de interés, de empleo, etc., cuyos fenómenos constituyen otras tantas piezas del mecanismo de este proceso de rejuvenecimiento recurrente del aparato de producción.” (Schumpeter, 1942;168). Este proceso da lugar a una retroalimentación del sistema ya mencionado en los párrafos anteriores, pues los cambios sociales provocados por la aparición de la producción masiva van a provocar que surjan nuevas necesidades en la sociedad, y por ello el sistema
3 Concepto asociado a N. D. Kondratieff
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económico capitalista va a tener que evolucionar para adaptarse a los nuevos requerimientos, manteniendo, de esta manera, un proceso dinámico.
El carácter evolutivo del sistema capitalista nace de su relación con el medio social, pero se puede concluir que su motor fundamental es la búsqueda de los nuevos modos de producción, la creación de bienes de consumo, la innovación en los sistemas organizativos, etc., que dan lugar a la creación de la empresa capitalista. En este contexto de búsqueda e innovación es donde surge la destrucción creativa. La característica fundamental es el origen del cambio en el sistema, ya que éste tiene su origen en el interior de la estructura económica. Al ser una búsqueda, es el propio complejo económico el encargado de buscar cómo satisfacer sus necesidades, que en este caso se traducen en la apertura a nuevos mercados o a la creación de nuevos elementos. Para ello es necesario dejar atrás las estructuras y procesos antiguos, que anquilosan el sistema y lo vuelven estático, dando lugar a su irremediable destrucción. Esta destrucción creativa contrapone dos intereses, lo antiguo y lo novedoso, que tras una inevitable lucha, acabará con la imposición de la innovación sobre lo ya establecido. Digo inevitable porque la propia realidad social, no solo la económica, impondrá el cambio a las estructuras e instituciones, y la oposición a éste conllevará una caída más fuerte y con menos posibilidades de ocupación. El éxito de uno solo puede surgir si se produce el fracaso del otro, ya que, al igual que un ave Fénix, debe renacer de sus cenizas.
No es posible la convivencia de ambos durante más de un cierto tiempo, el necesario para que se produzca el paso del testigo, puesto que la existencia de lo antiguo se va a ir descomponiendo a medida que la innovación gana terreno, y no será tal si no termina derrumbando los elementos vetustos. Sin embargo, no siempre la introducción de algo nuevo (ya sea un producto, método de producción, mercado, etc.) trae consigo una destrucción creativa, pues muchas veces el arraigamiento de lo ya establecido es más poderoso que la innovación, y se mantiene lo antiguo debido a una fuerte oposición del status quo a la entrada de cualquier tipo de novedad. El triunfo completo no siempre se produce, y muchas veces solo podemos observar un afloramiento de la creatividad cuando el mantenimiento y oposición de las antiguas instituciones o procesos han conseguido destruir hasta los cimientos. En el caso en que se diese una convivencia de ambos elementos, no estaríamos ante una
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verdadera innovación, simplemente una novedad, que, aunque en el futuro desemboque en una creación destructora, en el momento en que permite la existencia de lo primitivo no es una auténtica innovación.
Del mismo modo que un organismo vivo, el capitalismo solo puede adaptarse continuamente al medio que lo rodea, destruyendo los elementos que se han convertido en un lastre y dando salida a otros que le reportará nuevas metas y beneficios. Esta conexión con lo biológico da pie a un símil ilustrador del concepto: cuando un niño va creciendo, se desprende de forma natural de los denominados “dientes de leche”, para dar lugar a los dientes que formarán su dentadura definitiva. Del mismo modo, el sistema económico capitalista se mantiene en un continuo desprendimiento de sus elementos arcaicos, y aparecen nuevos entes que se adaptan a las nuevas situaciones, pero, al contrario que los dientes humanos, este proceso no finaliza, ya que un establecimiento permanente es contrario a la perenne destrucción creadora.
Con esto, queda clara la función del empresario capitalista: buscar la forma de revolucionar el sistema para conseguir una innovación efectiva y llevarla a la práctica de todo el sistema, ya sea explotando un invento, una nueva fuente de materias primas, una reorganización del sistema, encontrar un nuevo segmento en el mercado, etc. Es decir, la función del empresario se resume en ser el encargado de descubrir la destrucción creadora. Por tanto, es en su labor donde se fundamenta todo el sistema económico capitalista, donde el progreso técnico no puede ser entendido como un factor distinto del desarrollo de la producción. Ambos están tan relacionados que sin el primero no habría dado el segundo.
Sin embargo, no hay que entender que el empresario busca el progreso técnico y tecnológico por el simple hecho de ver avanzar a la sociedad. Es la búsqueda de beneficio del capitalista lo que permite el progreso y, unido a éste, el desarrollo de la sociedad. Desde la aparición del capitalismo moderno, que Schumpeter en sus bosquejos históricos sitúa a finales del siglo XVIII4 (Schumpeter, 1939), la destrucción creadora del capitalismo ha motivado también la aniquilación de situaciones sociales y legales, además de las económicas. Ejemplo de estos cambios es la reducción de la jornada laboral, con la promulgación de la “Ley de las diez
4 Concretamente 1787, capítulo 6 de Ciclos económicos
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horas” y una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, impulsadas por el movimiento cartista en la década de 1850 y 1860. Las preocupaciones del empresario van cambiando conforme evoluciona el capitalismo, y ya no solo busca la obtención de beneficio, también le interesa mantener contentos a sus trabajadores para mejorar su producción.
Con el mantenimiento de la producción, que se sostiene por las innovaciones introducidas por el empresario, fruto del proceso de destrucción creativa, el capitalismo se mantiene vivo y en constante cambio, sin atisbos de terminar, puesto que ante el primer síntoma de estancamiento, la propia labor de destrucción creadora elimina el lastre y crea un nuevo elemento. Este punto de vista es el que cabe esperar conforme a la evolución del sistema económico. Pero Schumpeter piensa que el capitalismo está abocado al fracaso, y la causa va a provenir del mismo lugar de donde nació su éxito: del interior del sistema. La función del empresario, ya definida, va perdiendo cada vez más combustible, por lo que el motor del capitalismo está condenado a pararse en algún momento ante la falta de innovación. El cambio económico se ha vuelto automático, por lo que la destrucción de unos elementos y el surgimiento de otros se ve como algo ordinario, no existiendo una resistencia que incentive la voluntad de cambiar. El sistema capitalista se ha acomodado y ha sido víctima de su propio éxito. Las transformaciones que afectaban a naciones enteras y en todos los ámbitos, no solo el económico, tienen un impacto menor, y los empresarios, cerebros de esos cambios estremecedores, han asumido una posición pasiva semejante a la de oficinista. El proceso económico ha perdido la actividad individual del capitalista, y la sociedad ya no le motiva tampoco a buscar nuevos horizontes, puesto que está plenamente satisfecha con su situación. Siguiendo el ejemplo biológico, el anquilosamiento del capitalismo va a tener los mismos efectos que cuando un tiburón deja de nadar: la muerte. Al igual que el continuo movimiento de aletas permite que el tiburón se mantenga a flote y siga bombeando agua a las branquias para poder continuar respirando, la constante transformación del capitalismo evita su propia destrucción.
La opinión de Schumpeter, conforme a sus análisis, es que el capitalismo no puede sobrevivir, pero esto solo tiene carácter profético, pues es lo que “sucedería si
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continuase actuando lo mismo que habrían actuado durante el intervalo de tiempo abarcado por nuestra observación.” (1942; 95).
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3 Ejemplos históricos
3.1 El cambio de República a Imperio en Roma
Las civilizaciones occidentales deben gran parte de su situación actual a un legado común que proviene de los pueblos que baña el Mediterráneo. Si bien Grecia es la cuna de la civilización, Roma supone el ejercicio de ésta y el nacimiento del concepto de Estado tal y como lo conocemos, además de principal exponente y difusor de la cultura occidental. Por esto mismo, sus instituciones, tan vitales durante su época y tan influyentes en los siglos venideros, deben ser analizadas desde el punto de vista schumpeteriano para observar su caída y su mutación.
La República romana surgió como consecuencia de un cambio en las instituciones políticas, cuando terminó la monarquía de Tarquinio el Soberbio, y comenzó el gobierno de la ciudad por parte del Senado, compuesto por las familias patricias y más poderosas de la región. La conquista de nuevos territorios se debió fundamentalmente a la legión, unidad militar constituida por ciudadanos-soldados que cumplían su servicio únicamente en tiempos de guerra. La economía republicana era fundamentalmente agraria con tierras en propiedad trabajadas por esclavos, pilar clave de la economía romana durante varios siglos. Los romanos supieron adoptar las innovaciones tecnológicas básicas, como el uso del arado en la agricultura, herramientas de hierro y técnicas de construcción, e incluso modificaron y mejoraron estas aportaciones heredadas. Sin embargo, las aportaciones propias no fueron tan numerosas, por lo que apenas encontramos procesos de destrucción creativa en el sistema romano. El propio Schumpeter considera que la aportación económica de los romanos es inferior respecto a la de los griegos y siempre se hizo desde una necesidad práctica (Schumpeter, 1952). Entonces, ¿cómo es posible que una ciudad sin innovaciones económicas pudiese ser el centro del mundo durante casi nueve siglos? En el caso de Roma, es la importancia de sus instituciones políticas y los cambios que sufrieron los que le llevaron a mantenerse en la cúspide del poder, y también a derrumbarse.
Dentro de los numerosos conflictos que asolaron a la República romana en sus últimos cien años (el comercio, hacienda pública, agricultura, desarrollo de los latifundia, revueltas de esclavos, etc.), el principal para el cambio en la estructura política, fueron las guerras civiles. Éstas se sucedían con un plazo máximo de intervalo
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de diez años y, aunque los motivos argumentados por los contrincantes podían ser diversos, el móvil latente era el mismo: la lucha entre las clases sociales.
El primer ejemplo de estas luchas entre partidarios lo encontramos en el año 133 a. C. con la muerte del tribuno Tiberio Graco a manos de los aristócratas romanos, se puso de manifiesto el peligro de modificar el orden establecido. La conocida como Rebelión de los Gracos buscaba una situación más favorable para la clase plebeya, que no sólo era la más numerosa de la República, sino también la trabajadora y la que integraba las legiones romanas. Las mejoras que se pretendían introducir era una mayor concesión de tierras para éstos y, una vez concedidas, aumentar su protección para evitar que acabase en manos de los patricios, la clase aristócrata, que ya controlaba el gobierno de la ciudad a través del Senado. Esta revuelta no provocó una movilización del ejército necesaria para denominarse guerra civil, pero sí supuso un acontecimiento de suma importancia al enfrentar dos bandos claramente diferenciados, los plebeyos y los patricios, y sería el germen de una división que se mantendría hasta la época de Julio César (49 a. C.).
Por tanto, la República se siguió basando en grandes latifundistas que dominaban el entonces principal motor de la economía, la agricultura itálica. El triunfo de los patricios a la hora de sofocar la Rebelión de los Gracos propició este inmovilismo. No obstante, el afán de expansionismo romano va a llevar a que sus invencibles legiones conquisten ciudades importantes, no sólo desde el punto de vista militar, sino también económico. La dominación de casi la totalidad de Hispania llevó a la República a tener unos importantes yacimientos mineros, los puertos de Ostia, Sicilia y Cartago propiciaron la expansión de un comercio marítimo por todo el Mediterráneo, además de la cantidad de esclavos que obtenían de la conquista de ciudades y el sometimiento de pueblos. Pero las instituciones romanes eran principalmente exclusivas, y esto propició un desarrollo económico importante en un primer momento que derivó en un crecimiento limitado con el paso de los años. El comercio era controlado en su totalidad por los equites, la orden de caballeros que formaba parte de la nobleza romana, las innovaciones agrícolas estaban muy limitadas ya que no se permitía el proceso de destrucción creativa al estar controladas las tierras por unos pocos latifundistas. El pueblo llano no disponía de los recursos necesarios para el sustento y mantener sus tierras, además de verse éste interrumpido por la participación en las
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guerras, por lo que las tierras quedaban a merced de los patricios. Algunos romanos trataron de crear un mayor pluralismo entre la población, como el otorgamiento de tierras por parte de Cayo Mario entre los veteranos de sus legiones, o la concesión de la ciudadanía romana a toda la población itálica por Lucio Cornelio Sila. Ambos fueron personajes influyentes que buscaban un cambio en Roma más acorde con su partido político, y desembocó, esta vez no en una revuelta, sino en una guerra civil entre los dos romanos ya mencionados.
Mario, considerado un homo novus por su origen plebeyo, apoyaba la facción que pedía reformas que permitiese una mayor entrada de los plebeyos en el sistema político y económico, llamados populares y representantes del cambio. Por el contrario, Sila, apoyó a los optimates, el bando de los aristócratas que buscaban mantener la situación de la misma manera que en los inicios de la República. Aunque las dos facciones eran irreconciliables, sus líderes no siempre actuaban en su favor, sino más bien en beneficio personal. Sila no dudó en ejecutar a 1600 equites y desterrar a 100 senadores por ser enemigos suyos, y Mario aplastó la revuelta popular del plebeyo reformista Lucio Apuleyo Saturnino. La lucha de poder que mantuvieron estos dos personajes durante toda su vida política terminó en una guerra civil debido a que el Senado, compuesto por patricios, había elegido a Sila como jefe supremo de los ejércitos romanos, mientras que la Asamblea popular designó a Mario. El conflicto se saldó con la victoria de los optimates, la facción de las familias patricias más antiguas que apoyaban el inmovilismo en Roma y a Sila, por lo que las propuestas reformadoras que la Asamblea popular canalizaba a través de Mario no se produjeron. Pero, como ya hemos indicado, el interés personal de los líderes de las facciones provocó que nunca se terminase de unir por completo ninguna de las clases y no se diese el cambio que tanto necesitaba Roma, por lo que las guerras civiles continuaron, incluso se le sumaron algunas revueltas de esclavos, como la el esclavo tracio Espartaco en el 73 a. C.
Mientras que esta situación de inestabilidad política impedía una transformación definitiva en Roma, los miembros del Senado se planteaban si se continuaría con un gobierno oligárquico o se juntaría todo el poder entre los muchos candidatos que luchaban por él, con el pretexto de favorecer a uno de los bancos (Alföldy, 1984). El expansionismo romano continuaba, a la vez que muchos personajes conseguían hacerse un nombre y presentar su candidatura como gobernante. De nuevo, el poder de dos
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grandes romanos, apoyados por su correspondiente facción, iba a provocar una nueva guerra civil.
Tras cruzar el Rubicón, César, símbolo de la perfecta unión entre el linaje patricio con ideas innovadoras, declaró la guerra a Pompeyo, representante de los intereses más arcaicos del Senado. La victoria del primero acabaría con su propio nombramiento como dictador vitalicio en el 46 a. C., ya que no compartía las antiguas propuestas del Senado y sabía que éste no iba a apoyar sus novedosos cambios. Las instituciones políticas que formaban la base de la República fueron derrocadas por Julio César, terminando con unas reglas de juego que favorecían a la clase senatorial y a los caballeros (Acemoglu y Robinson, 2012).
Poco duró César en el poder absoluto, puesto que los llamados libertadores le asestaron 23 puñaladas en el año 44 a. C. en defensa de las instituciones clásicas romanas, desatando la tercera de las grandes guerras civiles republicanas. Cayo Octavio, junto con Marco Antonio, abanderaron las mismas ideas reformadoras de César, puesto que Octavio era su heredero y Antonio su segundo en el ejército, y se enfrentaron a los libertadores, asesinos del libertador por miedo a los cambios que estaba provocando en Roma. Tras derrotarlos, los dos vencedores tenían claro que solo uno podía continuar el legado de César, por lo que se enfrentaron en la última de las guerras civiles republicanas que culminó con la Batalla de Accio en el 31 a. C., donde Antonio fue derrotado por Octavio. Si bien el resto de guerras civiles el móvil político era el más importante, en ésta fue más importante los motivos personales. Octavio quería acumular el mismo poder que había tenido César y continuar con su obra reformadora, mientras que Antonio, seducido por Cleopatra, peleó junto a Egipto para reivindicar la importancia de su persona. La victoria de Octavio permitió a éste librarse de rivales políticos y militares e iniciar un nuevo período en Roma.
El fin de la República puso de manifiesto las profundas crisis sociales que sufría Roma, donde las instituciones políticas, guiadas por su propio interés, fracasaron en su intento de servir a la sociedad romana y sucumbieron ante el poder de un hombre, que consiguió centralizarlo en torno a su persona. Es cierto que en este período no se manifiesta una innovación de carácter económico que conlleve la caída de las instituciones, pero si existe un conjunto de reformas novedosas de carácter social que
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surten el mismo efecto que una económica, y que llevan a la caída de algunos estamentos sociales en beneficio de otros. El inmovilismo de los optimates se justificaban en la dignitas, pero tiene su origen en el poder que les otorgaba el control de la economía. Las reivindicaciones de Tiberio Sempronio Graco pasaban por una estabilidad económica de la clase plebeya que garantizase su posterior evolución. Ante la expectativa de concentración del poder en César, y luego realidad, los llamados libertadores decidieron eliminar a este innovador para no perder sus privilegios patricios. El detonante en Roma no fue, sin duda, un motivo económico, pero no se puede negar que era uno de los móviles.
Con la victoria de Octavio, llamado desde ese momento César Augusto, comienza un nuevo período en Roma: el Principado o Imperio. Si bien, históricamente, el Imperio Romano de Occidente no termina hasta su caída en el 476 d. C., el período de interés el de esplendor del principado, es decir, del 27 a. C. hasta el 180 d. C. Estos siglos, desde el régimen unipersonal de Augusto hasta el período de Marco Aurelio, donde ya comenzó la decadencia, fueron la mayor época de esplendor en la historia de Roma en la que el Imperio alcanzó su máxima extensión geográfica y consiguió que reinase la paz durante varios años (Alföldy, 1984).
La estructura social de los tiempos del Principado se diferenció poco de la de los últimos años de la República, añadiendo a la pirámide social un nuevo vértice como fue la casa imperial, pero su continuidad se debe, además del poderío militar, a la naturaleza del sistema económico romano. El período del Imperio que estamos analizando constituye la edad de oro de la economía romana, que experimentó un gran auge, no sólo en crecimiento cuantitativo, sino también en cualitativo. El sector agrario floreció gracias a la incorporación de nuevas provincias (como Egipto, incorporada en el año 30 a. C. como provincia romana tras la victoria de Augusto), y a un mayor desarrollo en las regiones tradicionalmente más atrasadas, como las norteñas (las Galias y Germania). El aumento de fronteras conllevó un aumento de la población y mayor número de tierras de cultivo que dar a los veteranos de guerra, por lo que fue necesario aumentar la producción introduciendo sistemas más rentables de cultivo en forma de unidades de explotación medianas y grandes dotadas de fuerza de trabajo especializadas. La minería también se benefició de las nuevas conquistas, puesto que se descubrieron importantes yacimientos en Dacia y Dalmacia. Tanto el comercio como la artesanía vieron
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aumentados su desarrollo y permitió que se extendiesen incluso más allá del territorio romano.
Sin embargo, el cuadro de la estructura económica era el mismo que existía en la República, es decir, instituciones exclusivas sin transformaciones radicales en la estructura del modo de producción. El sostenimiento económico del Principado se debió, únicamente, a una expansión exterior que permitió obtener nuevas materias primas, nueva mano de obra y nuevos mercados para la colocación de sus productos, y muchas veces ni eso. Territorios como Britania no ofrecían ningún beneficio económico e incluso conllevaban un mayor desembolso por parte de Roma, ya que la conquista traía consigo la implantación de la “cultura romana”, transformar los pueblos más atrasados conforme al modelo de Roma. Pero el interés económico romano no era lo suficientemente grande para llevar a cabo las transformaciones productivas necesarias que sí se realizaron, por ejemplo, en la Inglaterra del siglo XVII y permitió la Revolución Industrial. Las nuevas formas de organización, de producción, y los nuevos bienes de consumo hubieran dado a Roma el cambio orgánico necesario para crear una auténtica revolución. No obstante, el problema de los latifundia en la agricultura, que funcionaban como una auténtica industria oligopolista, no aspiraban más que a elevar los precios de sus productos o tierras, restringiendo de esta manera la producción (Schumpeter, 1939), además de la estructura esclavista que llevaba a un inmovilismo frente a los cambios productivos. El Imperio controlaba numerosos territorios y sometía a sus enemigos, por lo que la mano de obra esclava estaba siempre presente y suponía una garantía para el mantenimiento del poder. Hay que añadir a la propia estructura romana, ya de por sí reacia a las modificaciones, la labor de los emperadores de destruir cualquier intento de destrucción creativa. Ejemplo de ello fue Vespasiano, quien prohibió la expansión de las innovaciones tecnológicas con el argumento de que de esa manera muchos operarios perderían la posibilidad de empleo (Suetonio, 121).
Otro problema era la estructura financiera de Roma, que muchas veces se sostenía por el poder del los emperadores. No existió banca estatal en Roma ni deuda pública, y cuando existía escasez de dinero en circulación, el emperador actuaba como banquero y prestaba el suyo propio, ya fuese temporalmente (como los préstamos concedidos por Tiberio) o a título definitivo (cuando se condonaban impuesto, como hicieron Adriano y Marco Aurelio) (Chic, 2004). El fisco imperial, que debía servir al
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Estado, era en realidad el sistema administrativo de la familia imperial, y se promulgaban leyes a favor de los créditos o en contra de la usura según la conveniencia de cada emperador y las necesidades marciales, siempre una buena excusa para aumentar la carga impositiva. Esto llevó a una concentración de la riqueza en la figura del emperador, en detrimento de las clases patricias y ecuestres propias de la República. Señala Veyne (1976; 469, citado por Chic, 2004; 18) que:
“los emperadores, por estilo monárquico, llaman liberalidades a los gastos que ordenarán en base a una de las cajas públicas, queriendo significar con ello que en una monarquía todo gasto del Estado, aunque sea el más rutinario, debe ser considerado el efecto de una generosidad del monarca.”
El hecho de que el emperador fuese el único inversor debido a la concentración de capital, supuso un lastre para el sistema financiero, pues minó la iniciativa privada. Sí es cierto que seguían existiendo nobles y ricos, denominados feneratores, que invertían su dinero en negocios y condecían préstamos, llegando incluso a crear sociedades similares a las actuales comanditarias. Éstos y sus socci iban a ser los poco impulsores dentro de un Estado atrasado, y que competían con él. Sin embargo, su presencia y competencia no fue suficiente para hacer sombra al Fiscus ni a los emperadores, que lejos de seguir sus prácticas novedosas, trataron de evitar que éstos aumentasen su dominio y la estructura se mantuviese inmóvil.
No obstante, el sistema económico funciona casi como un organismo vivo, y para conseguir evolucionar solo pueden sobrevivir aquellas estructuras suficientemente fuertes para avanzar. El Imperio romano se estableció sobre una estructura económica débil y no buscó innovar ni desarrollarse, y, unido a los convulsiones sociales (luchas de poder por el trono, deudas del Fiscus, pérdidas de territorios, invasiones bárbaras, etc.), Roma estaba condenada a la destrucción. Schumpeter (1942; 160) concluyó lo siguiente:
no tiene, ciertamente, sentido tratar de conservar indefinidamente industrias que van quedando anticuadas; pero sí tiene sentido evitar su derrumbamiento estrepitoso e intentar convertir una huida, que puede llegar a ser un centro de efectos depresivos acumulativos, en una retirada ordenada.
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Esto no ocurrió en el caso del Imperio romano, que con la caída de su parte occidental, Europa se sumió en una época de años oscuros y nulas innovaciones como fue la Edad Media.
3.2 La Revolución Gloriosa y sus bases para la Revolución Industrial
Inglaterra es uno de los ejemplos históricos más llamativos respecto a la caída de las antiguas instituciones y su sustitución por otras con un carácter evolutivo que dan lugar a un nuevo orden social. La llamada Revolución Gloriosa de 1688 fue un punto de inflexión en la historia de la economía así como en constitucionalismo y política (Hill, 1961). Supuso un cambio de poderes y de mentalidad que facilitó el camino a uno de los eventos más importantes en la Historia: la Revolución Industrial.
La situación previa a la Guerra Civil de 1640 en Inglaterra no era muy diferente a la del resto de Europa. La búsqueda de la estabilidad económica y un mayor centralismo por parte de los gobernantes era dominante en todo el Viejo Continente, por lo que las innovaciones tecnológicas no eran vistas con buenos ojos por parte de los monarcas ya que podían causar un cambio económico que desembocase en inestabilidad política. Estas nuevas formas de producción, como la máquina de tejer medias de William Lee en 1589, contribuían a una eliminación de las estructuras económicas desde dentro del propio sistema, destruyendo lo antiguo y pasando a crear de forma continua elementos nuevos (Schumpeter, 1950), y esto era algo que los reyes ingleses, al igual que sus homólogos europeos, no estaban dispuestos a tolerar. Las nuevas propuestas de inventos provocaban un cambio en la producción y en lo económico que repercutía en lo social, dando lugar a personas que saliesen beneficiadas y personas que saliesen perjudicadas, por lo que la inestabilidad social y el descontento generados podrían amenazar la búsqueda del absolutismo por parte de los monarcas. Ante esta situación, el Estado negaba las patentes necesarias para sus inventos a los innovadores y el control de la economía se manifestaba a través de monopolios estatales, garantizando la estabilidad del país y de las instituciones. Los monopolios no sólo blindaban la economía, también ayudaban a cortar las aspiraciones de los comerciantes, normalmente miembros del Parlamento inglés. La búsqueda del absolutismo por parte de monarcas como Jacobo I y, anteriormente con la dinastía de los Tudor, pasaba por tener una fuente de ingresos constante para el Estado, y ésta eran los monopolios. Max
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Weber ya definió al Estado como el monopolio de la violencia legítima en la sociedad (Weber, 1919).
No obstante, el cambio en Inglaterra era inevitable debido al aumento de poder de los parlamentarios, que, liderados por Oliver Cromwell, representaban una reestructuración en las instituciones políticas y económicas respecto al absolutismo de los Estuardo. Como ocurre siempre en las guerras civiles, los dos bandos luchaban por su propio interés, y uno de los principales era el económico. El bando de la Corona se beneficiaba de los monopolios concedidos por ésta, mientras que los parlamentarios contaban con el apoyo de una floreciente industria metalúrgica y los productores de nuevos tejidos. De nuevo observamos la lucha entre lo antiguo y lo nuevo, el proceso evolutivo contra el inmovilismo, donde ya podemos aproximar la existencia de un modelo capitalista en el bando parlamentario. El apoyo de las industrias en proceso de creación y que ofrecían productos novedosos, como los nuevos paños en la zona textil de Lancashire, muestran un cambio desde el interior del sistema económico inglés, que se ve favorecido por los partidarios del Parlamento, los cuales van a salir victoriosos en esta guerra. Si bien la victoria del Parlamento acabó momentáneamente con la monarquía, no se terminó de librar del absolutismo. Tras la dictadura de Cromwell, Inglaterra volvió a ser monárquica con Carlos II, que continuó con la misma política que sus antecesores y buscó un absolutismo político y económico. Sin embargo, el Parlamento ya estaba organizado y unificado, presentándose de esta manera como la principal institución del país y la verdadera fuerza política. En 1688 se establece una monarquía constitucional con Guillermo de Orange donde la fortaleza residía en el Parlamento.
Las primeras transformaciones del nuevo régimen constitucional se hicieron patentes en el ámbito económico, donde ya no eran los monopolios el principal pilar de la economía, sino que se apostó por un comercio de ultramar, motivado en gran parte por los intereses personales de los propios parlamentarios, y por el respeto de la propiedad privada. La eliminación de los monopolios trajo consigo una reforma fiscal, puesto que, al desaparecer la principal fuente de ingresos del Estado, fue necesario ampliar la base impositiva para hacer frente a los nuevos cambios. La creación de impuestos especiales, tales como del pan, cerveza o chimeneas, con sus correspondientes recaudadores e inspectores, provocó que se crease una efectiva
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burocracia que mejoró la capacidad del Parlamento para aumentar los ingresos a través de los impuestos (Acemoglu y Robinson, 2012). Se aprobaron leyes relacionadas con los derechos de propiedad de la tierra, dando la posibilidad de eliminar formas arcaicas que entorpecían la consolidación de la propiedad y del uso, base para una posterior mejora en el sector del transporte que tanta importancia cobraría en el siguiente siglo. El sistema económico de la época se reforzó también en el ámbito financiero con la creación del Banco de Inglaterra en 1694, lo cual propició que las innovaciones de la época se llevaran a cabo por medio de dinero tomado en préstamo, sistema de economía privada que se identifica con el capitalismo (Schumpeter, 1939). Pero, aunque se estaban asentando nuevas bases y se empezaron a introducir novedades, el objetivo político del Parlamento era el mismo que el de los Tudor o los Estuardo: el centralismo político estatal. La realidad parece ser que, independientemente de que fuese un rey o el Parlamento el que mandaba, se produjo a una expansión del Estado ‘administrativo’ que no dejaba de tener consecuencias para la estructura social y económica, a la vez que venía influida en cierto modo por cambios sociales, como la consolidación de una clase media en detrimento de los antiguos señores y los gremios (Braddick, 2000). Tras la guerra civil de 1640 y la Revolución Gloriosa de 1688, se puede concluir que el motor de la historia política del seiscientos fue la importancia de la administración, que propició la participación del ciudadano medio en el poder y un nuevo enfoque sobre la comunidad regional (Casey, 2001).
Con ello, en Inglaterra, tras un período de revoluciones, se habían establecido los fundamentos clave para que empezase la Revolución Industrial. Fue la Revolución Gloriosa la que eliminó las barreras de innovación de la industria, reforzó y aseguró los derechos de la propiedad, ayudó a la expansión de los mercados financieros y destruyó los monopolios estatales, consiguiendo de esta manera que las instituciones económicas inclusivas que potenciaban permitiesen avanzar a los innovadores, que con el antiguo régimen no habrían podido hacer realidad sus ideas ni mejorar la producción. Se abre de esta forma un nuevo período de innovaciones, donde, como dice Schumpeter, el impacto de las nuevas técnicas sobre la estructura existente de una industria reduce la importancia de éstas para conservar las posiciones adquiridas y obtener el máximo beneficio procedente de ellas mediante la restricción de la producción (Schumpeter, 1939). El proceso evolutivo estaba en marcha en Inglaterra, principalmente en el sector
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del transporte y en el textil. El transporte, ya más asentado desde el aumento de protección de los derechos de propiedad sobre la tierra, fue una de los sectores que más innovaciones aportó, ya que un proceso de innovación requiere un tiempo considerable para mostrar sus verdaderos rasgos y durante el mismo tienen que diseñarse los medios necesarios para que se de la mutación total de un sector que era muy arcaico. En cuanto al textil, supuso uno de los estandartes en la revolución en Inglaterra. No solo fue una muestra del triunfo del nuevo régimen económico establecido tras la Gloriosa Revolución, también motivó la aparición de nuevos inventos e innovadores, como ocurrió en el sector del transporte. La industria textil ya había comenzado a despuntar en la época de la Guerra Civil de 1640, y es más probable que las innovaciones futuras surjan de un campo donde ya se ha tenido éxito. Las nuevas mejoras en la producción y en la legislación, como la Ley de Manchester de 1736, propició que la industria textil fuese el motor del cambio industrial, no sólo a nivel nacional, también a nivel internacional al aumentar considerablemente las exportaciones de artículos de algodón, el nuevo símbolo de la industria que consiguió derrocar a la arcaica lana. Estos sectores, al igual que muchos otros, se vieron favorecidos por la existencia de instituciones políticas pluralistas en la Inglaterra parlamentaria, que crearon una nueva clase de comerciantes y hombres de negocios que buscaban sus propios intereses y no una monopolización del comercio controlada por la Corona. El pluralismo contribuyó a mayores demandas por parte de la población que propició a la creación de estas nuevas instituciones que les otorgaban más poder a los ciudadanos, tanto en el ámbito político como económico, como hemos visto en los ejemplos.
La Inglaterra moderna, se podría decir, que se ha fraguado a partir de dos tipos de revoluciones muy relacionadas, las políticas del siglo XVII y la agraria-industrial del XVIII, que sirvieron para establecer las bases del primer país capitalista y que practicó de forma plena el liberalismo económico. Schumpeter creía que el éxito de esta práctica y su extensión por toda Europa y Norteamérica era innegable, en parte por las condiciones históricas de la época, que, en sus propias palabras:
la eliminación de las trabas que entorpecían las energías acumuladas en empresas económicas, junto con una política que garantizaba al empresario un goce seguro de éxito al mismo tiempo que le evidenciaba que no podría esperar ayuda alguna en caso de fracaso, tuvieron que ejercer la energética influencia
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glorificada hasta que la argumentación perdió toda fuerza por causa de su repetición incesante. (Schumpeter, 1954: 451).
3.3 Período final del zarismo a la URSS pasando por una Revolución
El zarismo de los últimos años en Rusa (1853-1917)5 ejemplifica de forma perfecta cómo una institución puede caer y surgir de la misma una completamente nueva. La Rusia zarista parte de una situación inicial caracterizada por el atraso social y económico, con un poder centralizado que se ejerce de forma despótica e impide cualquier atisbo de cambio (García de las Heras, 2012).
Las bases de este Estado eran el campesinado, que se encontraba en una situación de servidumbre hasta 1861, y el poderío militar. La existencia de siervos hasta mediados del siglo XIX provocó que Rusia estuviese atrasada respecto a sus principales rivales europeos, ya que el proceso capitalista no comenzó hasta que fue abolida por completo la servidumbre. A pesar de no estar en la situación de siervos, los campesinos rusos seguían estando sometidos por los terratenientes, en su mayoría miembros de la nobleza que basaban su poder en el zar, y, junto con la diversidad de nacionalidades que formaban la Rusia zarista, la situación social no permitía un avance significativo. Una reforma agraria que no trajo consigo unos avances significativos, debido al impuesto territorial que tenían que pagar los campesinos a los terratenientes para acceder a la propiedad de las tierras, puso de manifiesto que poco a poco el sistema se parecía cada vez menos a uno feudal y se liberalizaban determinados sectores, como el textil y el ferroviario. Rusia buscaba poco a poco modernizarse, pero aún no era suficiente. Esto tuvo su consecuencia en el aparto militar, ya que la derrota en la Guerra de Crimea en los años 1853 a 1856 evidenciaron la falta de desarrollo industrial que sufría Rusia, puesto que el resto de naciones, tales como Gran Bretaña, Alemania o Francia, contaban con un mayor poderío militar gracias a su mayor industrialización. El atraso ruso constató que el Estado no tenía la capacidad de impulsar el crecimiento de una burguesía inversora y únicamente sacaba ingresos a partir de los impuestos al campesinado. Sin embargo, las potencias extranjeras vieron la posibilidad de invertir en Rusia, por lo que su desarrollo pasó a estar condicionado por las inversiones extranjeras y la entrada de capitales, que tampoco permitió un correcto desarrollo de la burguesía
5 Reinados de Alejandro II, Alejandro III y Nicolás II
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local. Rusia se abría a un nuevo mundo liderada por un sistema anacrónico, por lo que en el interior del país empezaban a darse movimientos que anticipaban cambios.
Con ello quedaban claramente diferenciados los estamentos de la sociedad rusa y que iban a terminar chocando como consecuencia de la evolución del sistema político, social y económico. Por un lado, los poderosos terratenientes, en su mayoría nobles ligados al zar, que se oponían a todo tipo de cambio social o económico, ya que sus ingresos provenían de la posesión de multitud de tierras que eran trabajadas por campesinos que apenas cobraban. Por otro, una burguesía atrasada y con poca influencia en la sociedad, puesto que la presencia extranjera les privaba de su crecimiento natural y la situación social no les permitía acumular más poder. Por último, el pueblo llano, el numeroso campesinado, siempre oprimidos bajo la bota de la aristocracia rusa y las influencias extranjeras, que no tenían tierras en propiedad y
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trabajan la de sus terratenientes. Esta situación peculiar que se daba en Rusia dio lugar
a un curso de revoluciones y cambios sociales como nunca se habían producido en ningún otro país europeo.
La revolución social podría provenir de una de las dos clases que buscaban el cambio: la burguesía y el campesinado. Ambos grupos veían el socialismo como la solución a la opresión zarista y de la nobleza, pero existían dudas sobre quién debía abanderar el cambio. Si bien en las revoluciones europeas había sido la burguesía la que había liderado el cambio, pasando antes del socialismo por un momento previo de capitalismo, en Rusia la situación era distinta. La fuerte presencia del campesinado unida a la falta de cohesión e influencia de la burguesía hacía más atractivo que el proyecto fuese liderado por los campesinos (García de las Heras, 2012). Lenin, que ya había comenzado su actividad como revolucionario, consideraba que formar un partido fraguaba la lucha de clases, el verdadero motor de la Historia según Marx, y era el único elemento que impedía a la clase obrera caer bajo el embrujo desplegado por la ideología burguesa, por lo que el partido debía luchar por la clase obrera y ésta debía ser su representante. El año 1905 fue un punto de inflexión debido a que preparó el camino para la revolución que se daría en 1917 y acabaría con el gobierno zarista. Las crisis
6 En la novela de Toltoi, Anna Karenina, el personaje
Konstantín Dmítrievich Lyovin, “Levin”,
reflexiona sobre la propiedad de las tierras y un posible reparto equitativo de éstas sobre sus campesinos.
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económicas se sucedían y Rusia perdía su influencia militar con la derrota de la guerra ruso-japonesa, constatando que ya no era una potencia en el orden mundial. Los socialistas revolucionarios, denominados soviets, apostaban por una revolución liderada por la clase obrera y aumentaban sus reivindicaciones al zar, puesto que la maquinaria propagandística hacía que aumentase el número de adeptos de forma espectacular. Esto llevo a fuerte represiones por orden del zar, quedando su imagen de benefactor social frente a la masa popular sustituida por la de un sangriento tirano (Fernández García, 1990). Los acontecimientos de este año llevaron a aumentar las filas de los revolucionaros, formados también por aquellos que apostaban por una revolución desde la burguesía, confirmando la predicción de Plejánov: “La revolución en Rusia será proletaria o no será.” A su vez, la oposición del zar y de la aristocracia era más fuerte frente al cambio que representaban los revolucionarios, ya unidos contra los tradicionalmente poderosos. La participación en la I Guerra Mundial dejó de manifiesto las carencias de Rusia para hacer frente a un conflicto bélico y organizarse, y el pueblo, lejos de unirse contra un enemigo común (como pensaba el zar), aumentaron sus demandas y descontento. Esto desembocó en 1917 en una revolución que terminó con la dinastía de los Romanov y empezó una guerra civil que ganaron los bolcheviques, creando en 1922 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El atraso de la sociedad rusa, en comparación con el resto de países contemporáneos, manifestó una necesidad de cambio en todos los sectores. Económicamente no era un sistema sostenible puesto que contaba con medios de producción arcaicos y una mano de obra propia de la época feudal. La sociedad se encontraba anquilosada y no daba pie a la introducción de modificaciones que no habría evitado el cambio, pero sí lo habrían hecho más beneficioso para las partes y menos violento.
Tras la Revolución, Rusia se organizó bajo el Partido Comunista, que introdujo un nuevo modelo basado en instituciones económicas extractivas: el modelo soviético. La ventaja de dicho modelo fue el asombroso crecimiento que experimentó la URSS en muy pocos años. Los bolcheviques buscaron crear un Estado centralizado y poderoso, que eliminase cualquier posibilidad de elementos capitalistas y sustituyese a la “mano invisible” de Adam Smith. Además, el Estado sería el único capaz de asignar los recursos inexplotados y desarrollar una industria apenas existente de forma eficiente.
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Esto llevó a una apuesta soviética por las instituciones extractivas y cuyos resultados dejaron asombrados a medio mundo, especialmente a sus competidores occidentales. Entre 1928 a 1960 la renta nacional creció un 6 por ciento anual, el estilo económico soviético era visto por los economistas como superior, ya que garantizaba el pleno empleo y la estabilidad de precios (Acemoglu y Robinson, 2012). La maquinaria soviética supo aprovechar el potencial que siempre había existido en Rusia: la creación de una poderosa industria y la reasignación de la mano de obra agraria a la industria. Por tanto, el cambio que propició un rápido desarrollo económico no estuvo motivado por un cambio tecnológico, sino por una fuerte inversión en bienes industriales. La cúpula soviética iba a ordenar por decreto el traslado de recursos a la industria, a pesar de contar con una organización ineficaz, pero la producción aumentó respecto a la situación zarista.
Al carecer de un proceso de industrialización en los siglos anteriores, la URSS tuvo que actualizarse utilizando los recursos disponibles y poniéndolos en marcha por la fuerza. Esto llevo a un sistema de industrialización muy poco tradicional, no estableciendo una correcta base de bienes de consumo tradicionales que provocaron la insuficiencia de absorción por parte de la mano de obra. Sí se consiguieron grandes avances en la industria armamentística y espacial, pero la falta de cimientos impidió un correcto desarrollo de la industrialización. La falta del éxito de la burguesía a la hora de realizar negocios es una de sus carencias, puesto que esta actividad se encuentra en los cimientos de todo sistema económico. La búsqueda de éxito de los burgueses, unida a la competencia creada por los negocios, lleva aparejado unos incentivos que invitan a la introducción de innovaciones en el sistema o a fracasar, Sin embargo, en la Rusia soviética no existían en sus inicios tales incentivos, y los trabajadores solo podían trabajar o morir. Los líderes soviéticos se dieron cuenta de la falta de incentivos iba a provocar que su rápido desarrollo no fuese duradero, por lo que introdujeron primas y premios. No obstante, dichos incentivos se otorgaban a los trabajadores por lograr determinados niveles de producción, por lo que se desincentivó el desarrollo tecnológico, que hubiese provocado un cambio interno en las instituciones soviéticas. La destrucción creativa es un proceso perenne, por lo que está presente en todo momento pero depende de cada situación particular. Un proceso de industrialización no se considera completo hasta que se ha desarrollado una completa industria de bienes de
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capital que permita el mantenimiento de todo el sistema, y esta industria solo se consigue con cambio tecnológico. Como ya hemos indicado, el proceso de industrialización soviético fue poco ortodoxo, y sus maltrechas bases no le permitieron desarrollar la transformación tecnológica necesaria para asegurarse una industria de bienes de capital. Se puso de manifiesto la falta de un punto de inflexión que supusiese el cambio de las instituciones extractivas a instituciones inclusivas. Como dijo el propio Schumpeter (1942; 121):
Un sistema que en cada momento dado utiliza plenamente sus posibilidades con la máxima ventaja, puede, no obstante, ser a la larga inferior a un sistema que no alcanza en ningún momento dado este resultado, porque el fracaso del último en este respecto puede ser una condición precisa para el nivel o el ímpetu de la prestación a largo plazo.
Precisamente resume lo que ocurrió con la Rusia soviética, que utilizó al máximo su industria y su mano de obra para conseguir resultados extraordinarios, pero en el largo plazo se demostró que no era sostenible dicho sistema.
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4 Futuro de las instituciones
Tras las explicaciones sobre la teoría schumpeteriana de la destrucción creativa y el análisis de tres ejemplos históricos donde se mantuvieron las luchas entre lo nuevo y lo antiguo, es necesario que miremos hacia el futuro y busquemos los errores que no supieron descubrir en el pasado.
El sistema económico y los países han comenzado a dar la importancia que se merece a la innovación y al desarrollo de ideas, ya que de éstas puede depender el futuro de una nación. Ejemplo de esto son las crecientes inversiones en Investigación y Desarrollo, fábrica de ideas y productos a la que se le suele añadir la palabra innovación, formando el conocido acrónimo I+D+i. Según la definición de gastos en esta área por el Banco Mundial: “son gastos corrientes y de capital (público y privado) en trabajo creativo realizado sistemáticamente para incrementar los conocimientos, incluso los conocimientos sobre la humanidad, la cultura y la sociedad, y el uso de los conocimientos para nuevas aplicaciones.” Por tanto, el gasto de los países en Inversión y Desarrollo no se limita a un único campo, ya que abarca los culturales, científicos, tecnológicos y, como consecuencia de la influencia de éstos, económicos. La inversión en estos conceptos debe ser una necesidad primaria en los países, pues no solo impide que el país se quede atrasado respecto a sus competidores, sino que evita la marcha de innovadores en busca de nuevos mecenas que financien sus investigaciones. El concepto de destrucción creativa, como ya hemos visto, no se puede limitar al capitalismo, puesto que la oposición entre lo antiguo y lo novedoso va a seguir existiendo, al igual que su lucha por destruir a su rival.
En la sociedad actual, donde el desarrollo tecnológico avanza a pasos agigantados, la destrucción creativa se da en ciclos cada vez más cortos. No es necesario esperar varios siglos para ser testigos de un producto que revolucione el mercado, o ver unos avances tecnológicos tales que a las pocas décadas se queden obsoletos. El teléfono móvil, creado en 1973 (sin tener en cuenta los proyectos realizados durante la II Guerra Mundial), ha cambiado su concepto y ha dado paso al uso de aplicaciones donde el icono de llamada es secundario ante el resto de posibilidades que ofrece: navegar por la Red, enviar y recibir correos, escuchar música, jugar a videojuegos, grabar vídeos, etc. La función original ha dejado paso a las nuevas necesidades que demandaba la sociedad
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y que se han concentrado en un único aparato portátil. El crecimiento de este tipo de necesidades por la población ha llevado a que cada vez surjan más empresas relacionadas con este sector, un mayor número de competidores donde no todos pueden triunfar. El modelo del triunfo es la zona geográfica de Silicon Valley, donde existe bajas barreras de entrada, un alto nivel de incertidumbre y un cambio tecnológico increíblemente rápido, es el principal atractivo para todo tipo de emprendedores e innovadores. Cuando la industria de la zona madura y el cambio tecnológico sigue trayectorias bien definidas, se generan rendimientos crecientes a escala y barreras de entrada que dan lugar a la emergencia de firmas con poder monopólico que pasan a ser las protagonistas del proceso de innovación (Barletta y Yoguel, 2009). Tales firmas están condenadas a una continua innovación para mantener dicho monopolio, ya que la amenaza de nuevos competidores en otras zonas geográficas puede provocar su destrucción. Esta ha sido la actitud de Apple, empresa líder en innovación y a la vanguardia de la tecnología con sus productos marcados con la manzana. La constante apuesta por la innovación y creación de necesidades en el consumidor provocó que la empresa californiana pasase a liderar el mercado de los Smartphone, mercado antes liderado por RIM y su producto estrella, la Blackberry. En 2007 el CEO de RIM decía lo siguiente: “El reciente lanzamiento del iPhone de Apple no supone ninguna amenaza para la BlackBerry Pearl de Research in Motion orientada a los consumidores.” En 2010, un 37% de los americanos que tenían un Smartphone usaban una Blackberry, pero en 2013 se redujo a un 5,9% mientras que iPhone alcanzaba un 37,8%, provocando que se produjese una restructuración en la empresa para mantener la competencia (claro proceso de transformación motivado por la destrucción creativa dentro de la propia empresa).
Sin embargo, mientras el sector tecnológico se encuentra influenciado por la teoría de la destrucción creativa en su máximo exponente, en otros aspectos de la sociedad se siguen cometiendo los mismo errores del pasado y que, en algunos casos, han condenado a multitud de instituciones a perecer.
Los países fracasan desde el punto de vista económico debido a las instituciones extractivas, ya que éstas mantienen en la pobreza a los países pobres y les impiden emprender el camino hacia el crecimiento económico (Acemoglu y Robinson, 2012). El
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mantenimiento de las instituciones extractivas, normalmente por parte de las élites que las controlan, provocan que se cree un sistema estático, completamente opuesto a la propia naturaleza del sistema económico capitalista. Una apuesta por las instituciones inclusivas implica dar acceso a todos los agentes a una oportunidad económica, fomentando de esta manera una mayor oportunidad a la innovación y al aumento de ideas, ya que al incluir más miembros en el sistema económico, mayores posibilidades pueden surgir que en un ambiente cerrado. Precisamente son las élites que apoyan y mantienen las instituciones extractivas las que crean el llamado “círculo vicioso”, donde solo gobiernan y controlan los más poderosos y son éstos los que deciden quiénes entran en su círculo. Al igual que los equites en la República romana, los realistas en la Inglaterra del siglo XVII, y los nobles terratenientes en la Rusia zarista, las clases sociales que asientan su poder sobre el control del sistema económico evitan a toda costa un cambio en dicho sistema, pues su posición en éste ya no sería de privilegio e incluso podría desaparecer. Esto provoca que traten de perpetuar su situación convirtiendo a su clase social en la clase dirigente y prácticamente inaccesible para el resto, por lo que se perpetúa su poder. Ya Augusto creó la institución del Principado para mantener a toda su familia en el poder, Cromwell paso de líder de la Revolución a dictador, y el Partido Comunista, originariamente compuesto por los obreros rusos que lideraron la caída del zar, paso con la URSS a ser sinónimo del Estado. Son las propias élites las que tratan de destruir el sistema que las ha creado.
El ejemplo más claro sobre el control de las élites y el inmovilismo que genera su control lo podemos observar en Estados Unidos y las diferencias entre la clase social dominante y el resto. En dicho país a medida que aumenta la desigualdad en los ingresos cae la posibilidad de movilidad social, por lo que el encasillamiento de las personas está completamente determinado por su capacidad económica en el país norteamericano. Sin duda, esto beneficia a los más poderosos, cuya perpetuidad se ve favorecida ante la falta de adversarios que reclamen su posición social, ya que a éstos les cuesta más llegar hasta donde están las élites, mientras que éstos tratan de apuntalar su situación. El peligro al que se enfrente la sociedad de Estados Unidos es que el 1% más rico y poderoso de la población se aleje cada vez más del resto, creando de esta manera una brecha económica, política y social que provocará la destrucción del sistema que les llevó a la cima. La economía de Estados Unidos ha consistido en el uso
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de instituciones inclusivas donde cualquier individuo pueda participar en el sistema, que
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provocó que su clase media fuese la más rica del mundo hasta el año 2014 . El llamado
“sueño americano”, donde cualquier individuo con esfuerzo, voluntad y una buena idea podía acabar triunfando, ha sido suprimido por aquellos mismos que vieron sus sueños cumplidos. La competitividad y la igualdad de condiciones les llevó a triunfar en la sociedad y a ésta a seguir desarrollándose, pero suponen un obstáculo a la hora de dirigir un negocio personal una vez ya asentado. En su carta a los accionistas de Berkshire Hathaway en 2007, Warren Buffet decía lo siguiente:
Our criterion of "enduring" causes us to rule out companies in industries prone to rapid and continuous change. Though capitalism's "creative destruction" is highly beneficial for society, it precludes investment certainty. A moat that must be continuously rebuilt will eventually be no moat at all.
Esta opinión de uno de los iconos empresariales ejemplifica la amenaza que se cierne sobre Estados Unidos, puesto que ya hemos visto que a lo largo de la Historia no se consigue avanzar sin soltar el lastre por el camino, pero si se mantiene el peso inservible, al final el sistema termina por hundirse.
Tras el último análisis realizado, no se puede permitir que las élites se blinden y consigan un privilegio de poder que impida al resto acceder a sus recursos, puesto esto crea, no solo una desigualdad económica respecto al control de las materias primas y de los mercados, sino también a una brecha social cada vez más difícil de salvar. Ya hemos observado que la Historia busca renovarse y, aunque duren muchos años, las instituciones arcaicas no dominan para siempre. El dominio de los poderosos de las instituciones para extraer toda la riqueza que puedan de la sociedad provocan que a partir de un determinado momento las instituciones no cumplan con el objetivo y dejen de generar riqueza, por lo que el planteamiento de instituciones exclusivas no se puede mantener en el largo plazo, ya que sino acaban inservibles para sus propósitos. A pesar del círculo vicioso creado por las élites para perpetuarse en el poder, es posible la sustitución de instituciones exclusivas por instituciones inclusivas, salvo que se produzca una total destrucción del sistema. La destrucción creativa implica un cambio
7 New York Times “The American Middle Class Is No Longer the World’s Richest” April 22, 2014
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en todo el conjunto, por lo que no afecta a un único individuo ni a un único mercado, y sus consecuencias requieren cierto tiempo para mostrar sus frutos, pero sí supone un inicio. Una idea novedosa que suponga una ruptura contra el orden establecido permite cambiar la visión de la sociedad y su funcionamiento, evitando un futuro desastre y garantizando una evolución del sistema. En los horizontes futuros observamos, de nuevo y como siempre, la eterna lucha de la destrucción creativa: lo antiguo y el inmovilismo contra la innovación y lo novedoso.
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5 Conclusiones
Las teorías de Schumpeter representan una ejemplificación del proceso evolutivo en la economía: quien no consigue adaptarse, muere. El avance de todo el sistema pasa por una modernización de sus elementos, un constante desarrollo en el que lo estático implica perder ventaja respecto a los competidores.
El estudio realizado ha demostrado que este proceso se ha dado en todas las etapas de la Historia, a través de unos ejemplos extraídos de tres etapas completamente diferentes y espaciadas en el tiempo. El primer ejemplo muestra la evolución de una nación que se convirtió en el imperio más poderoso de la humanidad, influyendo en todo tipo de disciplinas, desde sociales, legislativas y culturales a militares y técnicas. La oposición entre los distintos bandos durante las guerras civiles republicanas muestran el impulso del cambio a través de un abandono de las instituciones tradicionales romanas y la creación de un concepto nuevo en el sistema de gobierno de Roma. El legado de Roma ha perdurado a lo largo de los años, al igual que sus errores, y a pesar de ello la humanidad ha seguido cometiéndolos, pues es el objetivo de esta primera aproximación: señalar la caída de instituciones y la oposición de lo antiguo y lo nuevo con sus consecuentes errores. El segundo ejemplo nos lleva al siglo XVII, donde el enfrentamiento entre las instituciones extractivas y las inclusivas es más claro que en el anterior. Este modelo, probablemente, sea el más completo, pues de sus bases se alzará la Revolución Industrial, evento económico y productivo determinante para el desarrollo de las naciones. La influencia de las reivindicaciones del Parlamento y su lucha contra el monopolio de la Corona muestra que los eventos de destrucción creativa no ofrecen resultados instantáneos, sino que requieren una completa maduración y conjunción de los diferentes factores para ofrecer unos resultados beneficiosos para el sistema. Al igual que en todo proceso constructivo, el establecimiento de una nueva sociedad, como fue la industrial capitalista del s. XIX, conviene que las bases estén firmemente asentadas y se haya eliminado todo residuo de las estructuras vetustas. El último modelo muestra un claro ejemplo de transición, donde se señala la importancia de los encargados de iniciar el proceso innovador y de las ideas que enarbolan. La URSS se formó a partir de las ruinas de un sistema zarista abocado a la destrucción,
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pero no supo eliminar por completo la presencia de las instituciones extractivas que habían dado antes el poder a los nobles terratenientes, y por ello estaban destinados al fracaso. No siempre se obtiene un triunfo con las nuevas instituciones.
Con ello, el trabajo consigue reunir tres ciencias sociales como son la Sociología, la Historia y la Economía y sacar unas conclusiones en base a las teorías de Schumpeter. Dichas teorías se han expuesto en la primera parte del trabajo, así como su influencia para conocer su origen y la dimensión que trató de otorgarle el economista austríaco. El último punto, como mirada al futuro, es una aplicación de lo aprendido tras los análisis históricos desde el punto de vista schumpeteriano junto con una aproximación personal fundamentada en diversos hechos que están ocurriendo en nuestra sociedad. Cabe la posibilidad de que lo expresado no ocurra, pero los hechos demuestran una tendencia que ya se ha comprobado en los ejemplos históricos, por lo que el análisis nos revela unas posibles consecuencias.
Esta trabajo cumple una función informativa y cultural, ya que, no solo muestra un análisis económico de diferentes eventos de la Historia desde un punto de vista distinto, también permite aproximar las teorías e ideas de Schumpeter de una manera no convencional. A través de la Historia se expresan cómo las ideas de un economista influyeron e influyen en la sociedad.
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